Ubicación
Coliseo
Apertura
Todos los días, 8:30 - 16:30/19:15
Precio
Desde 40 euros
Qué ver
Arena, vista panorámica del Coliseo
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La arena del Coliseo, ubicada en el centro del Anfiteatro Flavio, es uno de los espacios más emblemáticos de la antigua Roma. Atestigua la compleja evolución funcional y simbólica que el monumento ha experimentado a lo largo de los siglos. A continuación, se presenta un resumen de las principales fases históricas, desde su construcción en el siglo I d. C. hasta las interpretaciones e intervenciones modernas, cada una marcada por períodos y eventos específicos.
La construcción del Anfiteatro Flavio comenzó en el año 72 d. C. bajo el emperador Vespasiano (69–79 d. C.) y fue terminada por sus sucesores Tito (79–81) y Domiciano (81–96). Todo el complejo se concibió para exhibir el poder y la grandeza de la dinastía Flavia, mientras que la arena se diseñó específicamente como escenario de los espectáculos públicos.
Originalmente, la arena estaba destinada a albergar combates de gladiadores, venationes (cacerías de animales exóticos) y, en determinados casos, naumaquias — batallas navales simuladas. El piso, hecho de paneles de madera sostenidos por un complejo sistema de vigas y pilares, se cubría con una capa de arena (lapis tesselatus). Esta arena ocultaba una red de túneles y pasadizos subterráneos, lo que permitía rápidos cambios escénicos y facilitaba el movimiento de animales y combatientes, generando así el efecto dramático deseado ante el público.
En el siglo III d. C., se produjo una disminución gradual de los espectáculos tradicionales, junto con la creciente difusión del cristianismo. Apologistas cristianos como Tertuliano denunciaron la brutalidad de los juegos, refiriéndose a la arena como un “templo de todos los demonios”. Este rechazo de los valores paganos llevó a una reducción progresiva de los espectáculos violentos, reflejando la transición de una sociedad regida por “pan y circo” a una que adoptaba nuevos valores devocionales.
En los siglos IV y V d. C., con el Imperio en declive y la desaparición de los espectáculos públicos, la arena perdió de forma gradual su propósito original. Registros y testimonios señalan que este espacio fue en parte reutilizado como depósito, área de sepultura y, en ocasiones, como parte de asentamientos habitacionales temporales. El deterioro de la estructura la convirtió en una ruina, aunque conservaba su carga simbólica asociada al recuerdo de la violencia del pasado.
Desde la llegada del cristianismo hasta el siglo XII, los relatos religiosos transformaron la imagen de la arena. Fuentes hagiográficas y recopilaciones de “passiones martyrum” consolidaron la idea de que los primeros cristianos habían sido martirizados en este lugar. La veneración de los mártires, una parte central de la devoción popular, otorgó un nuevo significado a la arena: pasó a interpretarse como un espacio sagrado, donde la tierra —impregnada de la sangre de los mártires— se consideraba una reliquia viva.
En la Edad Media, era común recoger pequeñas cantidades de tierra de la arena, que luego se conservaban como objetos sagrados y talismanes. Estas costumbres reflejaban el deseo de mantener vivo el recuerdo de los sacrificios cristianos, transformando lo que alguna vez fuera un lugar de espectáculos brutales en un entorno devocional.
Durante el Renacimiento (siglos XV–XVI), se reavivó y profundizó el estudio de las técnicas constructivas y de la ingeniería romana. Estudiosos y arquitectos analizaron la estructura de la arena, subrayando su ingenio y funcionalidad original. Estas investigaciones impulsaron la idea de restaurar y resacralizar dichos espacios en una época en la que el patrimonio antiguo se reinterpretaba a la luz de los nuevos valores humanistas.
En la era barroca (finales del siglo XVI–XVII), se propusieron diversas ideas para reintroducir una dimensión devocional en el anfiteatro.
Entre las propuestas más célebres se halla la de Gian Lorenzo Bernini, quien concibió una intervención en la planta baja de la arena. Según su plan, dicha zona se cerraría al tráfico de carruajes y se instalarían imponentes puertas con inscripciones conmemorativas. Este enfoque perseguía un doble objetivo: por un lado, proteger y destacar la tierra, íntimamente ligada al recuerdo del martirio; por otro, convertir el espacio en un “escenario sagrado” que aunara la devoción y la memoria histórica.
Si bien la propuesta de Bernini influyó e inspiró numerosos proyectos de restauración posteriores, nunca llegó a implementarse en su totalidad. Algunas partes quedaron sin llevarse a cabo y fueron reinterpretadas más adelante en distintas intervenciones.
Desde el siglo XVIII —y con mayor intensidad en los siglos XIX y XX— el Coliseo fue objeto de excavaciones arqueológicas sistemáticas y de trabajos de restauración que también afectaron el área de la arena. Estas labores, desarrolladas por instituciones e investigadores (incluyendo estudios significativos en las zonas subterráneas), recuperaron elementos estructurales originales, como el sistema de vigas y el entarimado de paneles, contribuyendo así a reconstruir con mayor precisión las funciones originarias del anfiteatro.
Los estudios modernos han destacado el papel específico de la arena no solo como escenario de espectáculos, sino también como un componente fundamental de la ingeniería y la administración de los espacios subterráneos. El análisis de materiales y técnicas constructivas ha permitido esclarecer la evolución de la arena a lo largo del tiempo, que pasó de ser un lugar de espectáculos violentos a una pieza clave en la conservación integral del complejo arqueológico.
En 2014, el arqueólogo Daniele Manacorda revitalizó la idea de restaurar por completo la arena del Coliseo, despertando el interés del Ministerio de Bienes y Actividades Culturales. El plan se incluyó en 2015 dentro de los “Grandes Proyectos para los Bienes Culturales”, con un presupuesto de 18,5 millones de euros. El objetivo es devolver al monumento su apariencia original como “escenario teatral” y permitir una lectura integral de la estructura, incluidas las áreas subterráneas.
El 22 de diciembre de 2020 se publicó la licitación para el diseño y la construcción del nuevo piso de la arena, con fecha límite el 1 de febrero de 2021. Tras la evaluación de las propuestas, la comisión nombrada por Invitalia seleccionó el proyecto presentado por Milan Ingegneria SpA, en colaboración con Labics Srl, el arquitecto Fabio Fumagalli, las firmas Croma y Consilium – Studio di Ingegneria, y con el apoyo técnico del profesor Heinz Best para los aspectos arqueológicos.
En una conferencia de prensa celebrada el 2 de mayo de 2021, el ministro Dario Franceschini señaló que esta iniciativa representa “un paso más en la reconstrucción de la arena”, con el propósito no solo de restituir la visión original del Coliseo, sino también de salvaguardar y conservar las estructuras arqueológicas subyacentes.
Basado en el documento de directrices elaborado por un equipo multidisciplinar del Parco archeologico del Colosseo, el proyecto se preveía comenzar a fines de 2021 (o a inicios de 2022, a más tardar) y completarse en 2023. Su meta declarada es ofrecer al público la misma perspectiva central de la arena que disfrutaban los espectadores antiguos, posibilitando una experiencia integral del monumento y la realización de eventos culturales de gran relevancia, siempre respetando la conservación del patrimonio arqueológico.
Desde sus inicios, la arena del Coliseo fue concebida para albergar espectáculos de gran envergadura, como combates de gladiadores, venationes y naumaquias. Desde el punto de vista arquitectónico, puede diferenciarse en dos grandes etapas: el período de construcción y uso original, y el estado actual, identificado a través de vestigios y hallazgos arqueológicos.
La arena original era un espacio de forma elíptica de aproximadamente 86 por 54 metros. Su piso se dividía en dos niveles: alrededor del perímetro se erigía un marco de mampostería, mientras que la parte central constaba de tablas de madera recubiertas de arena, reemplazada para cada espectáculo.
Este sistema —que permitía retirar rápidamente las tablas (según indica un diseño preliminar alrededor del 80 d. C., en los años de inauguración del anfiteatro)— hacía posible reconfigurar el piso de la arena para cada nueva representación, garantizando una cobertura uniforme y facilitando el drenaje y el control de la humedad.
Bajo el nivel de la arena, la genialidad romana se manifiesta en un complejo sistema subterráneo (hypogeum), desarrollado en diferentes fases.
La arena se ubicaba a un nivel inferior a la cavea, es decir, las gradas del anfiteatro, que se alzaban aproximadamente 4 metros por encima. Dicho podio se adornaba con estatuillas, bajorrelieves y piezas de mármol, delimitado por una balaustrada de bronce. La posición de la arena, integrada con la cavea, aseguraba a los espectadores una visión privilegiada del “escenario”, mientras la compleja logística tenía lugar tras bastidores en los espacios subterráneos.
Los estudios arqueológicos realizados en la arena han posibilitado reconstruir detalladamente su configuración original. Estas investigaciones revelaron:
La configuración actual de la arena se integra en el esquema global del Anfiteatro Flavio. Aunque a lo largo de los siglos el área ha sufrido desgaste y cambios por el paso del tiempo y diversas intervenciones, aún se reconocen el trazado elíptico original y la disposición de los espacios subterráneos. Las investigaciones en curso siguen aportando datos valiosos sobre la verdadera magnitud de las soluciones de ingeniería romanas, evidenciando que la arena era mucho más que un mero espacio de exhibición: constituía el centro de un sistema escénico y funcional altamente sofisticado.
El nuevo piso de la arena, que abarcará una superficie total de unos 3.000 metros cuadrados, se fabricará con paneles móviles de fibra de carbono revestidos en madera Accoya. Gracias al proceso de acetilación, la madera Accoya ofrece mayor resistencia y durabilidad, además de ser sostenible al proceder de plantaciones certificadas.
El plan contempla:
Desde la época del Imperio Romano, la arena del Coliseo fue el núcleo de los espectáculos públicos y un símbolo de la grandeza y la pericia ingenieril de Roma. Albergaron una amplia variedad de eventos, desde combates de gladiadores hasta venationes y elaboradas naumaquias, convirtiendo el monumento en un escenario multifuncional capaz de asombrar al público con su complejidad organizativa y escénica.
Durante el período flavio, bajo Vespasiano, Tito y Domiciano, la arena se diseñó de modo que pudiera transformarse en un auténtico “teatro acuático”. Desde el inicio, se previó la posibilidad de inundar temporalmente el piso de la arena para celebrar naumaquias —batallas navales simuladas— dentro de festejos públicos o triunfos militares.
El diseño original consistía en un entarimado de madera colocado sobre una base de mampostería, que podía desmontarse con rapidez para facilitar la inundación del área. Un sofisticado sistema de canalización permitía introducir el agua necesaria para convertir la arena en una cuenca artificial, donde se recreaban batallas navales con elaboradas escenografías. Estos espectáculos estaban pensados para exaltar la potencia del Imperio y evidenciar la capacidad romana de manipular los elementos naturales a través de la ingeniería.
Las venationes (cacerías de animales) representaban otra modalidad fundamental de entretenimiento en la arena. En estos eventos, el Coliseo se transformaba en el escenario para la caza de bestias exóticas traídas de las regiones más remotas del Imperio. Los romanos, orgullosos de la magnitud de su dominio, importaban animales como leones, elefantes, hipopótamos y otras especies raras para exhibirlos en los espectáculos.
El sistema organizativo de la arena se vinculaba estrechamente con una red compleja de espacios subterráneos, a fin de manejar el transporte de animales y coordinar sus apariciones dramáticas. Estas áreas de servicio, con pasillos y cámaras, facilitaban la aparición repentina de animales en el piso de la arena, creando efectos simbólicos y dramáticos de gran impacto. Además, la exhibición de estas criaturas tenía una función propagandística, demostrando la capacidad del Imperio de dominar la naturaleza y someter territorios y pueblos lejanos.
Los combates de gladiadores constituían el núcleo central de los espectáculos en la arena. En estos enfrentamientos, gladiadores —con frecuencia esclavos o prisioneros de guerra— luchaban siguiendo esquemas ritualizados y coreografiados que potenciaban su significado simbólico. La figura del gladiador se idealizaba como emblema de coraje y disciplina, mientras que el combate era una metáfora de la lucha entre el orden y el caos, entre la virtud romana y la barbarie.
La estructura subterránea del Coliseo desempeñaba un papel fundamental en estos eventos. Gracias a dispositivos mecánicos como ascensores, rampas y plataformas móviles, los gladiadores podían hacer apariciones súbitas y espectaculares, intensificando la tensión y la atmósfera dramática. Las áreas de servicio, con pasillos diseñados para tal fin, permitían coordinar las entradas de los participantes y gestionar con eficiencia sus desplazamientos, manteniendo un flujo constante de combates con alto impacto visual.
La arena, auténtico corazón del Anfiteatro Flavio, es hoy parte fundamental de la oferta turística del Coliseo, brindando a los visitantes la oportunidad de sumergirse no solo en la imponente arquitectura de sus muros exteriores, sino también en el complejo sistema escénico que antaño acogió gladiadores, animales exóticos y espectaculares naumaquias.
El acceso a la arena se incluye en los recorridos guiados que organiza la Superintendencia Especial para el Coliseo y la entidad encargada de gestionar el Parque Arqueológico. Estas visitas están reglamentadas y se realizan exclusivamente con guías oficiales, con reserva obligatoria para garantizar la protección y seguridad del monumento. Los recorridos ofrecen una perspectiva detallada de la configuración original de la arena y el funcionamiento de su maquinaria escénica.
Durante el recorrido, los guías explican la distribución original de la arena, destacando que, en la antigüedad, el suelo consistía en tablones de madera cubiertos de arena, renovada constantemente mediante mecanismos de transporte y elevación. Los visitantes pueden observar los rastros de los pasillos que permitían desplazar con rapidez a gladiadores, animales y elementos de escenografía.
Además, se detalla el funcionamiento de los sistemas mecánicos, como los antiguos ascensores y corredores que conectaban la arena con los niveles subterráneos —hoy en día objeto de estudio arqueológico y parte esencial del itinerario interpretativo. Esta información ofrece una visión integral de la ingeniería romana, capaz de coordinar de manera sumamente eficaz las complejas operaciones escénicas y logísticas de los espectáculos públicos.
Visitar la arena del Coliseo significa regresar al escenario de eventos que, a lo largo de los siglos, simbolizaron el poder y la grandeza de la antigua Roma. Con datos históricos y técnicos, las visitas guiadas muestran cómo se concibió el área para transformarse en un escenario dinámico donde se alternaban duelos de gladiadores, cacerías de animales y exhibiciones náuticas.
Gracias a la investigación arqueológica y a los recientes proyectos de puesta en valor, el visitante de hoy puede apreciar tanto los vestigios del antiguo sistema escénico como las soluciones innovadoras implementadas para conservar el monumento. Por ende, la oferta turística va más allá de una mera visita panorámica y se convierte en una experiencia directa que profundiza el conocimiento de la historia romana a través de evidencias visuales y contextuales.
Arena: tus opiniones y comentarios
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